Desde hace mucho tiempo se viene discutiendo
sobre la conveniencia de las restricciones vehiculares como el Pico y Placa
como medida para el mejoramiento de la movilidad de las ciudades. Desde su implementación
en Bogotá en el año 1998, la medida ha venido sufriendo diversos cambios en
busca de una mayor efectividad, aunque los resultados no han sido los
esperados: cada vez es mayor la congestión, los comerciantes argumentan sufrir
grandes perdidas económicas por la medida, los propietarios de vehículos se ven
obligados a no usar todo el potencial de un bien adquirido (más aún si se tiene
en cuenta que el automóvil es la segunda inversión más importante del hogar
después de la vivienda) y muchas personas del común y expertos argumentan que
la medida es la culpable del rápido crecimiento del parque automotor. Es así
como surge la gran pregunta: ¿es el Pico
y Placa una verdadera opción para mejorar la movilidad o es al mediano plazo
una de las causas de la congestión?
Partamos entonces del concepto inicial de la
medida. La falta de infraestructura suficiente que responda a un rápido
crecimiento de la demanda lleva a una situación donde los recursos disponibles
se ven desbordados ampliamente, generando la necesidad de mitigar sus impactos
negativos (congestión principalmente); de esta manera surge la restricción como
respuesta inmediata ante un problema grave y complejo, que en su etapa inicial presenta
un efecto positivo considerable ya que saca de circulación una gran cantidad de
vehículos de la noche a la mañana (aproximadamente el 40% para el caso de
Bogotá). Sin embargo esta estrategia al largo plazo no es viable ya que por el
crecimiento natural del parque automotor y de las tasas de movilidad, en un
espacio de tiempo no muy largo, la infraestructura volverá a colapsar. Y es que
medidas como el Pico y Placa son semejantes a la apertura de grandes proyectos
de infraestructura: se incrementa de un momento a otro la oferta, solo que de
forma inversa (reduciendo la demanda). Lo anterior es importante ya que nos
permite entender que la inversión en grandes cantidades de recursos (espacio,
económicos, etc.) en nuevas vías tendría el mismo efecto reversivo que
restricciones como el Pico y Placa con el pasar del tiempo.
Ahora, NO es cierto del todo, ni siquiera de
forma importante, que el Pico y Placa sea el factor por el cual ha crecido de
forma considerable el parque automotor. Bogotá, al igual que el país en
general, viene presentando un crecimiento económico continuo, más si se
considera que es la ciudad donde se genera el porcentaje más importante del
Producto Interno Bruto Nacional. Colombia en la última década muestra un
crecimiento promedio anual del PIB por habitante de cerca del 3% (ver Figura 1) y adicionalmente su clase media
viene incrementándose cada vez más, producto de ese crecimiento. Por otro lado,
está ampliamente demostrado y aceptado a nivel internacional que el crecimiento
económico de un país está directamente ligado al incremento de su tasa de
motorización (ver Figura 2) y a su tasa de movilidad, por lo
cual era de esperarse que en Colombia, y más aún en Bogotá, se observara un
gran crecimiento en la cantidad de autos en las vías. Al incrementarse el poder
adquisitivo de las personas, la compra de un auto es una decisión natural y sus
necesidades de viajes se incrementan, ya que a la persona le es posible
realizar una mayor cantidad de actividades (compras, educación, actividades de
esparcimiento, etc.). Es así como el Pico y Placa no ha conllevado a la compra
de un segundo o tercer carro para evadir la medida, salvo algunos casos que se
concentran dentro de la población de mayores ingresos (Estratos 5 y 6) que
representan un porcentaje pequeño de la población.
Figura 1 Variación porcentual del producto
interno bruto por habitante
Fuente: Banco de la República (2012)
Figura 2 Tasas de motorización vs. Incremento
en los ingresos
Fuente: Banco Mundial (2002)
Pero entonces muchos dirán: si la medida no
surte efecto ya, ¿por qué no la desmontan? La respuesta es directa: NO ES POSIBLE EN ESTE MOMENTO. La gran
cantidad de vehículos y las vías existentes no son suficientes, por lo cual
desmontar la restricción agrava aún más la situación. Si desde sus inicios se
hubieran implementado de forma paralela importantes proyectos de
infraestructura, mejoramiento del transporte público, fomento de modos alternos
(como la bicicleta), entre otras medidas para generar una movilidad sostenible,
tal vez podríamos eliminar del todo la restricción, pero como no fue así,
debemos seguir sufriendo tanto las congestiones, como la molestia que nos
genera el que nos restrinjan el uso del auto.
En estos días el señor Alcalde de Bogotá,
Gustavo Petro, al igual que sus antecesores y los actuales alcaldes de otras
ciudades del país, siguen presentando modificaciones a la medida de Pico y
Placa, algunas con cierta lógica, otras que rayan en lo ridículo y populista,
buscando alternativas de solución a la movilidad y que sean de aceptación de la
ciudadanía, obvio para mantener aprobación de sus gobernados. Dicen gastar
meses de estudios para proponer esas modificaciones, a lo cual debo manifestar
mi completo rechazo; es hora de dejar de lado la revisión de medidas poco
efectivas como el Pico y Placa y concentrar ese tiempo y recursos en proponer
verdaderos proyectos que resuelvan los problemas estructurales y que nos lleven
a tener la movilidad que todos deseamos. Si todo el tiempo que han dedicado a
modificar esta restricción lo hubieran dedicado a promover proyectos de
transporte público – como el SITP – y de gestión efectiva de la demanda de
automóviles – como las autopistas urbanas con peaje – tal vez hoy no estaríamos al borde de un
colapso nervioso cuando nos movemos por la ciudad.
¿Qué queda entonces? Varias cosas: lo primero,
esperar que nuestros gobernantes asuman el problema de la movilidad con la
prioridad y seriedad técnica que se merece y dejen de usarla como comodín
político para buscar aprobación. Lo segundo es que los ciudadanos entendamos
que nuestras decisiones particulares para movernos tienen un efecto colateral
sobre los demás miembros de la sociedad, por lo cual nuestra decisión debe ser
solidaria y que propenda por el beneficio general. La autorregulación y el uso
racional del automóvil, son los primeros pasos para una mejor movilidad.
Finalmente les dejo esta caricatura, para que
nos miremos en un espejo y reflexionemos. EL
IDEAL ES MOVER PERSONAS, NO VEHÍCULOS.
Sebastian Velásquez Gallón – M.Sc. Ingeniería
de Transporte
@SebasVelasquezG